Tras la charla de la semana pasada, varios me hicisteis, con unas u otras palabras, esta pregunta. Y yo os contesté “¡NO pienses en un elefante rosa!”.
Qué le ocurre a nuestro cerebro? Por qué es tan puñetero que cuanto más me empeño en NO pensar en algo y cuánto más importante es para mí no hacerlo, más me taladra la cabeza?
Y otro tanto ocurre con las emociones: o me arrastran con consecuencias indeseables (como abandonar el despacho de mi jefe con un portazo); o las bloqueo provocando entre otras cosas somatizaciones; o me empeño en evitarlas dejando a un lado lo importante (me recluyo en casa para aliviar la ansiedad pero a la larga mi vida se reduce a ese “intentar no sentirme tan mal”, abandonando intereses personales, profesionales y relaciones).
Vayamos con el punto partida: Por qué nos identificamos más con nuestra mente (pensamientos y emociones) que con nuestro cuerpo? Mi manera de pensar y sentir no es la misma que cuando era niña, va variando en el tiempo… por lo tanto no puedo decir que ésta sea yo ¿no?… y además unos días lo veo todo negro y otros todo rosa, y yo sigo siendo yo y los objetos los mismos…
Pues bueno, resulta que el cerebro en una continua fábrica de pensamientos y sentimientos, y un paso fundamental para vivir, y no sobrevivir, es considerarlos así, como productos de nuestra mente. No pasa nada por pensar “soy un inútil”, es sólo un pensamiento: se puede razonar con hechos para comprobar que no es así, pero lo esencial es no darle importancia y continuar. Y lo mismo para esos desgarradores pensamientos de agresión (como los de algunas mamás ante su bebe tan querido) ¡son sólo pensamientos!
“Eres una casa llena de muebles. Los muebles no son y nunca serán la casa. Los muebles son lo que está dentro de ella. La casa sólo contiene a los muebles y les da el contexto para que puedan funcionar como muebles. Ahora, si consideráramos a los muebles como buenos o como malos, esto no diría nada respecto al valor casa, porque una cosa son los muebles y otra la casa. De la misma manera, lo que piensas o sientes no conforma tu identidad: no es tú”
Y si comenzamos a incorporar esta perspectiva habremos dado un paso de gigante: No se trata ya de controlar los pensamientos, sino de observarlos, dejarlos, y dirigir la atención que podamos, hacia donde decidamos en ese momento. No se trata tampoco de evitar las emociones que no nos gustan, sino de sentirlas en el cuerpo y poner algo de distancia entre el “objeto que ellas son” y “yo” (además de que estos afectos que tanto detestamos nos pueden ayudar muchísimo pero esto lo comentaré otro día).
Lo que os acabo de comentar es simplemente una primera aproximación a cómo se entiende actualmente desde la ciencia el funcionamiento de la mente. Y es importante porque implica un cambio en las formas de manejo emocional y personal. Resulta complejo porque el inconsciente está ahí pero se abre un fructífero camino para el que se haya sentido interrogado, tocado, al leer estas líneas.
Continuaré en un próximo post con algunos relatos inspiradores sobre todo esto, que, a través de metáforas, aportan luz de otra manera… aunque quizá ya os haya resonado con algo de la entrada “Aprendiendo a estar en el ahora” 😉
Hacedme llegar vuestras dudas y comentarios, please… pues me ayudan a adecuar el blog para que sea más útil. GRACIAS!
lo de los muebles y la casa … me genera dudas …
Sé que es confuso… por eso iré ampliando con metáforas y cuentos 😉 Pero ¿cómo un día nos sentimos “10” y otro “0”? ¿cómo a veces se nos pasan por la cabeza pensamientos bien oscuros, o que posteriormente vemos lo absurdos que eran?
La mente es un mono loco que va de liana en liana… de una sensación a una emoción, luego a un pensamiento, a otro pensamiento, a otra emoción… y nos dejamos llevar. Y precisamente las sesiones de meditación sentado nos ayudan a entrenar la mente para observar al mono y no ser el mono, y así (como decía en otro post) ganar libertad, comernos menos la cabeza y que las emociones no nos arrastren tanto.