De bebé tenía otro cuerpo, otra mente y, sin embargo, era yo. Quién soy yo, entonces? En otro post os hablé de mi única certeza, hoy seguiré exponiéndoos mi mapa, este mapa mío particular que me he ido encontrando y tejiendo los últimos años.
Todos y todo somos la misma cosa, desde el rayo de sol que me entra por la ventana, hasta el cojín sobre el que estoy sentada. Tú, yo, lo mismo. Un almendro floreciendo, un cuco deshaciéndose de las crías de la dueña del nido donde acaba de nacer.
Mi cuerpo y mi mente, por tanto, comparten la misma esencia, y es esa esencia lo que yo soy realmente. El cuerpo comienza con un óvulo y un espermatozoide. El resto es tomado del entorno y está en continua renovación (no quedando en nosotros ningún átomo de los que nos constituían hace 7 años). Y la mente… ay, la mente! Hoy me voy a centrar en ella. Yo la llamo “ego”, y para mí es todo aquello que no es cuerpo, es decir, este último lo asemejaría al hardware, y el ego al software.
En los animales el software viene de fábrica y hablamos de instintos: están con sueño, duermen; hambrientos, comen sus alimentos específicos; en celo, copulan. Todo determinado e igual para todos los miembros de la especie. Su energía vital, el agua salvaje de la vida, transcurre por un perfecto y prefijado cauce desde el manantial hasta el mar.
En el ser humano, sin embargo, este cauce se va construyendo en mi relación con el otro (fundamentalmente en la primera infancia) con lo que el de cada persona es diferente. Ventaja, que se incrementa enormemente la capacidad adaptativa y las posibilidades de desarrollo de la especie. Inconvenientes: que el trazado del cauce puede no ser adecuado; o que muchas veces los sacos de arena de los diques no pueden contener la fuerza del agua, y ésta arrasa con lo que pilla por delante; y que, en todo caso, siempre hay alguna fuga. Así, la energía de la vida de los animales (adaptativa para la especie), torna también en destrucción en el hombre. Aunque el grado de esta entropía es diferente en cada individuo, y la forma que toma también.
Este cauce particular y único para cada uno de nosotros es el “ego”, y en él incluyo lo consciente e inconsciente, lo cognitivo, emocional y conductual (personalidad, creencias, actitudes, gustos y apetencias, reacciones emocionales y fisiológicas, comportamientos característicos, impulsos etc.)
La interacción de lo innato con nuestras vivencias va generando una determinada configuración de conexiones neuronales que no sólo nos hace reaccionar de una manera característica sino que, y esto es muy importante, nos hacen percibir de una determinada manera. Es decir, el ego es también las gafas a través de las que vemos el mundo, y a nosotros mismos. Por eso el desencuentro, el malentendido, es inherente a la existencia humana. A cada uno le llegan las cosas a su manera, cada uno vivimos en nuestro mundo.
No vemos realmente al otro. Proyectamos. De ahí este cuadro de Maggritte, que el año pasado colgué en el Facebook con el título “A quién beso cuando te beso?”.
Sólo estoy dando pinceladas (que en próximas ocasiones desarrollaré) para presentaros mi concepto de ego: algo tan esencial como el cuerpo para la vida y que, a la vez, es la causa del sufrimiento (atención: no del dolor). Sólo el camino de conocerlo, desidentificarnos de él y responsabilizarnos nos acerca a los ideales éticos y de libertad, y a aceptar lo que es.
Los monjes budistas suele aconsejar psicoterapia a los occidentales porque estamos demasiado pegados a nuestras ego-gafas para avanzar en la meditación, y ésta se queda en una mera alternativa a los ansiolíticos. Y nombro esto porque para mí es esencial combinar estas dos perspectivas (trabajo con la esencia y con el ego): no creo en la gente new-age que no ha trabajado su sombra (prefiero, sin comparación, a los que pasan de lo espiritual pero que en sus ojos brilla la autenticidad); y desde luego, no comparto en absoluto la imposición de cualquier ideal, por más bello, bueno y justo que sea.
“El infierno es el otro” dijo Sartre. Pero sin el otro, no soy yo; y con el otro crezco. Por una parte, estamos alienados al otro; y por otra, el ego se construye sólo a través de las relaciones en la 1ª infancia, y es a través del aprender posterior en nuestros contactos cómo mejoramos como seres humanos.
Eckhart Tolle: Las relaciones no son para hacernos felices (porque la verdadera felicidad reside dentro de cada uno de nosotros). Ellas están aquí para hacernos profundamente conscientes. Así que el verdadero regalo de cualquier interacción-relación, no está tanto en descubrir lo que desconocemos del otro, como en descubrir lo que desconocemos de nosotros mismos.
*********************************************
—»Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos» (José Saramago).
—»El Yo es la única verdadera enfermedad del sujeto. El YO es, como tal, un síntoma.» (Lacan).
—»…Ya tenemos todo lo que precisamos. No necesitamos mejorarnos. Todas estas fantasías que nos imponemos a nosotros mismos: el temor constante de ser malos y la esperanza de ser buenos, las identidades a las que tanto nos aferramos… nunca tocan nuestra riqueza básica. Son como nubes que ocultan temporalmente el sol. Pero nuestra calidez y nuestro brillo están aquí mismo en todo momento. Esto es lo que realmente somos. Estamos a la distancia del guiño de un ojo de estar plenamente despiertos.» (Pema Chödron, “Empieza donde estás”)
—»Siempre mira el lado brillante de la vida». La vida de Brian -Monty Python (00;03;22)
—“En la primera mitad de la vida (variable según cada persona), se trata de ascender a la montaña… donde nos esforzamos, donde tenemos metas y sueños, propósitos personales.
Algunas personas con suerte, o sin suerte quizá (qué sabemos sobre lo que es mejor para el alma), alcanzan lo alto de la montaña, y entonces llenos de sudor pero al mismo tiempo de euforia e importancia, gritan a los cuatro vientos ‘Yo existo!!!’. Habla el ego fuerte y dominante. Se expresa el yo triunfal: algunos egos triunfan con éxito, otros con fama, otros con desdichas, etc.
Sin embargo, entonces, sólo algunos, los afortunados, escuchan la voz sutil del universo que contesta: ‘Y a mí quéeeee!!!’.
Lo más interesante es que después viene inevitablemente el descenso. Y así como el ascenso a la montaña era un proceso supuestamente de ganar (posesiones, afectos, conocimiento, amistades, seguridad), luego viene un proceso de perder, de ir despidiéndose de tantas cosas, salud, ciertos amigos, los padres… y la vida nos prepara para la última y definitiva puerta: la puerta del morir inevitable para todos.
Con suerte algunos encajan el proceso de perder con la misma alegría que la del ganar.
En definitiva es una bendición el ganar y el ascender, y es una bendición el descender y el perder. La vida cumpliendo en cada uno de nosotros su ciclo interminable. Para la vida el Yo personal no es tan importante.” Joan Garriga.
Muy interesante. Te proponto una nueva traducción de la frase de Sartre sin galicismos: «El infierno son los demás». Tiene su aquel, aunque tú tienes también razon.
Jeje, como imaginas elegí esa traducción no demasiado correcta, por el doble sentido 😉
Otro colega me acaba de hacer otro apunte sobre la susodicha frasecita: <<"El infierno es el otro", dijo Sartre. Y habría que añadir: "El paraíso, también". Martin Buber habló de la filosofía del Yo-Tú: el amor está entre el yo y el tú, no en uno ni en otro. Si los seres humanos abriéramos los ojos a esa realidad que ya conocemos pero hemos olvidado...>>
Gracias, Maria Cruz, por el comentario, como siempre enriquecedor! 🙂
(Más apuntes en facebook.com/mercedesgarcialaso, que aunque no se tenga cuenta en Facebook se puede leer)