Ya veis que apenas escribo post puramente “psicológicos” –hay tantos interesantes blogs de divulgación… y no es éste el propósito del mío. No obstante, hago excepciones cuando hay algo que para mí es importante compartir con algún grupo o personas desde mi particular visión. Hoy quiero haceros reflexionar sobre las emociones, continuando un poco más lo iniciado en el post Mindfulness II.
Me pisan en el autobús y me dice la mujerica “ay, disculpe”. Contesto “no se preocupe, no pasa nada”. Y sigo con mi día con el pie dolorido y una tensión en el cuello que atribuyo a la almohada.
Esto nos pasa a muchos en nuestra cultura. Tenemos la creencia implícita de que sentir “enfado no justificado” es de mala gente. No nos permitimos el flujo natural de la experiencia: me pisan → siento el dolor físico → emerge rabia → la noto y la observo (si es necesario la respiro para no actuarla) → y sólo después de sentir, reflexiono que ha sido un accidente, y actúo en consecuencia. Esto, por supuesto, es el ideal, pero como tal nos sirve de guía 😉
Hablo de emociones, no de sentimientos o estados de ánimo, y que, según la Gestalt, son básicamente rabia, tristeza, miedo, alegría, ternura, erotismo y poder. Vamos a ver las luces y las sombras de las cinco primeras, pues creo que os sorprenderá, jeje.
La alegría nos impulsa a salir al mundo pero tiene el peligro de servirnos para conductas de evitación (“Peter-panes”, “Cigarras”…). La ternura nos permite conectar con el otro sin juicio, y el “dar y recibir” esencial para la vida; sin embargo, puede llevar a la dependencia y el proteccionismo.
Por otra parte, las otras tres emociones que tanto detestamos también son imprescindibles. Sentimos rabia cuando algo nos llega como injusto, y nos lleva a la acción, a protegernos, a poner límites; su sombra es claramente los peligros de la agresividad (que comentaré otro día porque tenemos mucho lío con este tabú).
Si nos falta algo o lo perdemos, sentimos tristeza… y ésta nos conduce a la introspección tan necesaria para parar, replantearnos cosas y crecer (es decir, vivir más auténticamente y no sólo dejarnos llevar por la maquinaria en la que estamos engulliddos en el día a día). Además permite la creación. La cruz es evidente: la depresión.
Por último, el miedo nos protege pero también nos puede bloquear y llevarnos a la soledad.
Naturalmente las cosas son mucho más complicadas y, por ejemplo, la rabia muchas veces oculta tristeza, y viceversa. Además cada uno tenemos adicción a alguna de ellas o adición a no-sentir, y como toda adicción, nos hace daño (directa o indirectamente).
Pero en todo caso, reconocer las emociones y responsabilizarnos de ellas da color, profundidad y guía a nuestro caminar. Como dice una amiga mía “sabes que si te escuece, está vivo«.
(P.D.: Escena final de la película “El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela)